Con la guerra en Ucrania por encima del descalabro absoluto del país me pregunté cómo era posible todavía ser chavista. Sí, es una pregunta que uno se hace a veces, pero después de varios años fuera de Venezuela cuál sería la respuesta que le podría dar. Sin sentir el pulso del país por el mero hecho de ya no tener que hacer cola en algún supermercado o oficina de desgobierno, ¿cómo saber la evolución de las mentalidades?
Pero los hechos son tercos. Desde que me fui, durante la escasez perpetua, hubo la dolarización. Luego llegó el Covid y el cierre del país a nivel de cierre chino. La reapertura lenta del país vino de la mano de la “pax bodegónica”. Mientras tanto como malvada fuente de alivio para el régimen se iban del país centenares al día. Todo otra vez se vino abajo, sin sorpresa. Otra megadevaluación a fines del 2022 nos dejó boqueando otra vez.
Por cuarta, o quinta vez, o más, uno pierda la cuenta, volvió a ocurrir lo de siempre, miles de promesas, miles de leyes, miles de presos, y otra vez volvemos en la misma, con una caja CLAP menguante y ahora la desesperación absoluta para conseguir algunos dólares, la puerta al paraíso de alguna medicina vital para un pensionado cercano a la agonía.
¿Será que los chavistas no ven este tiovivo que nos devuelve al mismo lugar? ¿Será que son incapaces de aprender? ¿Será que el pasado ya no existe para ellos?
Claro está, no hablo de los poderosos del régimen y la jauría depredadora que los acompaña, protegida por sus guardaespaldas y represores. Esa gente hace tiempo que dejo de ser chavista, si es que algunos lo fueron. Esa gente sospecho dejó de ser humana hace tiempo. Tampoco hablo de los rehenes del régimen, esos pobres, de pobreza, chantajeados por una mal pagada chamba o una liviana caja CLAP. En cierta manera el régimen también les ha robado su humanidad.
Estoy hablando de esa gente que pregona su chavismo sin motivo aparente, con el agregado de criticar a Maduro y llamar a la vida el muerto. Esa gente también, si uno lee por ejemplo sus Time Line en Tweeter, no se ha preocupado por las masacres a mujeres en Irán. Menos se preocupan por los horrores de la invasión rusa a Ucrania, y van apoyando a nuestro primer sanguinario del siglo. ¡Y como siempre rematan echando toda la culpa a las sanciones, la oposición, el imperio maluco, los europeos decadentes y hasta los LGBT si fuese necesario! Por los dioses, ¿que pasa con esa gente, que pedazo de su corteza cerebral está estancado?
Vamos a estar claros: lo que ha pasado en Venezuela estos últimos 4 años ha sido traumático. Si el chavista de a pie no entendió que algo anda mal, pues nunca lo entenderá. Ya no podemos llamar al resentimiento social como la causante tara psicológica (eso lo dejamos a los hermanos Rodríguez). Tampoco se considera la falta de información ya que uno lo ve todo al salir de su casa. Ni siquiera se puede invocar el orgullo que prohíbe admitir la equivocación cuando uno ve la penuria humana por doquier. No, aceptémoslo, el chavismo ha creado un hombre nuevo, el homo chavistus.
En verdad, como reconstruiremos el país si los mejores se fueron y si no sabemos cuantos homo chavistus tenemos en nuestras sienes. Pero ha pasado algo también, una masa maltratada ha decidido no creer más en el régimen oprobioso. Tenemos ya dos meses de protestas genuinamente populares como maestros, obreros que protestan y protestan, sin liderazgo político, siendo liderados por el hastió. Que bueno, la esperanza renace.